State's business: Negocios del Estado

Casi todos conocemos lo que son los Presupuestos Generales del Estado, ya que aparecen en el debate público con frecuencia. Sin duda, su trascendencia en el devenir de los Estados es capital, ya que de ellos se deriva una de las variables del Producto Interior Bruto de un país, que es una de las medidas de su riqueza. En efecto, estamos hablando del gasto público.

Sin embargo, pocas veces nos paramos a reflexionar acerca de la procedencia de ese gasto público. Así que en este post, vamos a adentrarnos en el fascinante mundo de los negocios del Estado, para descubrir que gran parte del gasto público del Estado proviene de nuestro propio bolsillo. Pero no se compone solo de impuestos, también se obtienen otros ingresos:

- Más del 80% de los ingresos del Estado son impuestos (directos como el IRPF e indi-rectos como el IVA)

- A estos, habría que añadir las tasas (a grandes rasgos, impuestos auto-nómicos), un 8%.

Así pues, alrededor de un 90% de los impuestos que el Estado tiene a su disposición para gastar, han salido del esfuerzo y trabajo de todos nosotros, lo cual podría reconfortarnos como sociedad solidaria que somos. A pesar de ello, resulta un poco chocante que tan sólo el 10% de lo que ingresa el Estado lo genere él mismo. Con estos nos referimos a las transferencias corrientes (dividendos de empresas del Estado), ingresos patrimoniales (intereses de préstamos concedidos por el Estado), enajenaciones (ventas de sus bienes) y transferencias de capital (fondos europeos obtenidos).

Con toda la recaudación, el Estado obtiene la friolera de 143.000 millones de euros. Y entonces uno se plantea, ¿realmente gestiona el Estado el dinero de todos mejor que cada persona el suyo propio? La respuesta a esta pregunta podría generar mucho debate, así que la dejaremos para otro post. Pero ahora, examinemos si pagamos demasiados impuestos o si, por el contrario, pagamos pocos.

A simple vista, puede parecer una dicotomía entre "pagamos demasiados impuestos" y "pagamos demasiado pocos". Sin embargo, algunos ilustres economistas entre los que destacan John M. Keynes o Arthur B. Laffer, han teorizado con que existe un punto óptimo de los tipos impositivos (el porcentaje de impuestos que pagamos). En el caso de España, diversos estudios han demostrado que la curva de Laffer existe para nuestra economía, e incluso hay algunos economistas que se han aventurado a definir la parábola que describe:

La curva que observamos fue elaborada por Analistas Económicos de Andalucía en el 2008, y situaba el punto óptimo del tipo impo-sitivo del IRPF por encima del 50% (máx. recaudación).

Eje vertical: impuestos recaudados o ingresos fiscales del Estado

Eje horizontal: tipo impositivo (ti) del IRPF (% del salario que pagamos)

En verde: Zona de la curva de Laffer en la que un incremento del ti aumenta la recaudación fiscal total.

En rojo: Zona de la curva de Laffer en la que un incremento del ti disminuye la recaudación fiscal total.

En azul: Punto óptimo del ti en el que el Estado maximiza sus ingresos del IRPF.

Tan solo un año después, algunos economistas de Asturias y Galicia, construyeron un modelo económico que situaba el punto óptimo de la curva de Laffer en el 45%, por lo que podríamos afirmar que la curva de Laffer no es estática en el tiempo. Como para la mayoría de las variable económicas, su punto óptimo es dinámico y varía con el tiempo. En una situación de bonanza económica (2008), un aumento de los impuestos podía generar mayor recaudación fiscal, mientras que en períodos de incertidumbre económica (2009), un aumento de los impuestos podría tener el efecto inverso, reduciendo los ingresos estatales.

Esta posible contradicción ocurre porque existen 2 efectos que actúan sobre la curva de Laffer: el efecto aritmético (si subimos los impuestos, sube la recaudación) y el efecto económico (si subimos los impuestos, existen menos incentivos para trabajar y para producir, por lo que si producimos menos, el Estado recaudará menos impuestos). El efecto aritmético funciona en sentido opuesto al efecto económico, por lo que al final es difícil predecir el resultado final en los ingresos estatales (recaudación total de impuestos), lo cual es posible gracias a la curva de Laffer.

Estudios más recientes como el publicado en 2017 por la Universidad de Sevilla, concluyen que "España se encuentra en un punto donde si redujese sus tipos impositivos, es muy posible que lograse generar mayor empleo gracias al fomento de la inversión, y con ello un mayor crecimiento económico llevando a una reducción del déficit público." Una reducción del déficit público, ya que podrían aumentarse los ingresos del Estado manteniendo el gasto público en niveles razonables. Consecuentemente, podríamos afirmar que el IRPF en España se encuentra por encima de su punto óptimo. Y los siguientes gráficos podrían confirmarlo:

Si tomamos como referencia los tipos impositivos máximos de 2017, asumiendo que los tipos impositivos óptimos de 2009 se han mantenido relativamente constantes, observamos que bajando algunos de los tipos máximos, el Estado se acercaría a sus puntos óptimos según la curva de Laffer. Según el descubridor de los efectos referidos anteriormente; Ibn Khaldun (s. XIV a.C.), al que Laffer atribuye sus posteriores hipótesis; en aquella época, los mercaderes y comerciantes del norte de África que acudían a Al-Andalus para intercambiar sus productos, volvían al desierto y abandonaban España cuando los jeques imponían demasiadas restricciones dinerarias a sus actividades.

Lo mismo podría estar ocurriendo ahora mismo con la evasión fiscal, y hay quien piensa que es una de las consecuencias de los elevados impuestos que no imponen y que incentivan al contribuyente a llevarse su dinero allí donde pueda obtener una mayor rentabilidad por sus ingresos. Tal y como aseguró Ibn Khaldun en su momento, debe saberse que "cuando se inicia una dinastía, se recauda mucho con pocos impuestos y que la dinastía concluye cuando se recauda poco con muchos impuestos".